“En la Eucaristía, Jesús quiso comunicarnos su amor pascual, victorioso. Si lo recibimos con fe, también nosotros podemos amar verdaderamente a Dios y al prójimo, podemos amar como Él nos ha amado, dando la vida”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del cuarto miércoles de noviembre, prosiguiendo con el nuevo ciclo de catequesis dedicados a la Eucaristía.
Prosiguiendo con las Catequesis sobre la Misa, podemos preguntarnos, dijo el Papa: ¿Qué cosa es esencialmente la Misa? Al respecto, la Misa, respondió el Obispo de Roma, es el memorial del Misterio pascual de Cristo. Ella, agregó el Papa, nos hace partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte, y da significado pleno a nuestra vida.
Asimismo, afirmó que:
- Al igual que Israel celebra la Pascua de su liberación de Egipto, de su éxodo “Jesucristo, con su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo dio cumplimiento a la Pascua. Y la Misa es el memorial de su Pascua, de su ‘éxodo’, que ha cumplido por nosotros, para hacernos escapar de la esclavitud y llevarnos hacia la tierra prometida de la vida eterna”.
- “La Eucaristía no es un recuerdo, es hacer presente aquello que sucedió hace 20 siglos. “La Eucaristía nos lleva siempre al vértice de la acción salvífica de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan por nosotros, derrama sobre nosotros toda su misericordia y su amor, como hizo desde la cruz, de modo que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos”.
- Si estuviéramos en el Calvario y supiéramos que aquel hombre de allí es Jesús: ¿nos permitiríamos murmurar, tomar fotografías, hacer el espectáculo? ¡No! Porque es Jesús. Seguro que estaríamos en silencio, en el llanto y en la alegría de ser salvados. Pues bien, cuando entramos en la iglesia para entrar en Misa, pensemos que estamos accediendo al Calvario, donde Jesús entrega su vida por cada uno de nosotros.
- Toda celebración de la Eucaristía es un rayo de aquel sol sin atardecer que es Jesucristo resucitado. Participar en la Misa, en particular en la dominical, significa participar en la victoria del Resucitado, ser iluminado por su luz, calentado por su calor.
Finalmente, el Pontífice concluyó su enseñanza recordando cómo los mártires fueron capaces de donarse precisamente por su fe en que la victoria de Cristo ya es real: “Si el amor de Cristo reside en mí, puedo entregarme plenamente a los demás, con la certeza interior de que, si resulto herido, no moriré, sino que podré defenderme. Los mártires entregaron su vida por esta certeza de la victoria de Cristo sobre la muerte. Sólo si experimentamos este poder de Cristo, el poder de su amor, seremos verdaderamente libres para entregarnos sin miedo”.